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Guillermo Balbona

Fuera de campo

Uniformados en el cliché

Cuerpo de élite

España. 2016. 97 m. (7). Comedia. Director: Joaquín Mazón.

Intérpretes: Miki Esparbé, María León, Jordi Sánchez, Andoni Agirregomezkorta, Joaquín Reyes, Carlos Areces, Silvia Abril.

Salas: inesa y Peñacastillo

La cosa, entre la metáfora comercial y el monstruo del aquí vale todo, nace de un cruce entre una misión imposible cañí y la loca academia de policía castiza. Más preocupada por explotar hasta el último resorte y aliento un modelo a lo ‘Ocho apellidos vascos’ y las autonosuyas, mediante un combinado de colectivos policiales tan caótico que dan miedo de verdad, que por seguir el rastro de un ingenioso y bien conseguido arranque, ‘Cuerpo de élite’ se diluye como un azucarillo en su taza de humor descafeinado. Este desfile uniformado de clichés y estereotipos, un resacón de autoridad que juega con las diferencias territoriales, las dos Españas, la mediocridad política y los lugares comunes de propia historia reciente del país, nunca muestra soltura ni espontaneidad. Enquistada en el cine fórmula, abotargada por culpa de una sucesión de chistes desmayados, previsibles unos y cansinos otros, el filme salvo su despegue de thriller de acción paródico, no vuelve a levantar la cabeza. Joaquín Mazón, tras sus pasos por series televisivas, firma aquí su opera prima: una comedia prefabricada y envasada al vacío que, en cierto modo, tiene su origen en modelos televisivos de éxito y con talento, caso de ‘Vaya semanita’ de ETB. El juego entre el pelotón torpe que agita las situaciones chistosas, intercambia tópicos y se esfuerza en estirar el guion para morir en la orilla, tiene como fruto un filme atorado, el segundo trabajo de los guionistas Adolfo Valor y Cristóbal Garrido, tras su interesante ‘Promoción fantasma’. El humor dedicado a explotar los contrastes autonómicos o las etiquetas regionalistas, posee pólvora mojada y ‘Cuerpo de élite’ nunca adquiere consistencia. Su única coartada es que pase el tiempo a la espera de si un gag, un hallazgo luminosamente divertido viene a deslumbrar entre tanta vulgaridad y tanto encasillamiento. Desde el inicio eso del madrileño bocazas, el vasco bruto y gay, el catalán con afán de superioridad, el ecuatoriano mas español que nadie y la andaluza susceptible componen el material idóneo para comenzar un chiste que nunca acaba de formularse por lo que la risa asoma siempre entrecortada, forzada o simplemente interrumpida. No hay historia sino uno, dos o tres factores manejados de manera funcional. Y todo ello pese a que los actores, como en la mayor parte de las comedias españolas, son excelentes. La bomba de Palomares, la sombra del golpe de Estado, las ironías sobre la unidad de España, los discursos subliminales sobre la conciliación y el separatismo salpican la trama de buenos y malos con un excelente Carlos Areces que podría haber formado parte de muchos partidos y gobiernos. Pero el filme nunca se toma en serio la risa y el humor parece venir de fábrica, enlatado y con la etiqueta ‘hecho en casa’. Aunque suene a pegatina, más que a marca.

Guillermo Balbona comenta la actualidad cinematográfica y los estrenos de la semana

Sobre el autor

Bilbao (1962). Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense. Ser periodista no es una profesión, sino una condición. Y siempre un oficio sobre lo cotidiano. Cambia el formato pero la perspectiva es la misma: contar historias.


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