Buena parte del cine de Hollywood transcurre instalado en la fórmula truco o trato. Es decir o aceptas que cada temporada te van a imponer por distribución un lote de títulos infames, como si se tratara de una travesura del sistema, o uno colisionará inútilmente contra un cine bobalicón que tiene su propia cuota de exhibición. En este marco aparece ‘Verdad o reto’, un bucle insustancial que cumple los mandamientos de la película de terror escrita, es un decir, con un manual súperventas de dudosa redacción: pandilla de jóvenes descerebrados, diálogos adocenados y tontorrones y un machacón argumento que, en la medida de lo posible, deje un resquicio abierto a la posible saga. Aquí se diría que el filme es un esqueje o variante de la franquicia ‘Destino final’ que con sus saltos de calidad ha mantenido una taquilla regular en estos años. Ya saben, un grupo de personas directa o azarosamente relacionadas que van perdiendo la vida según el orden marcado por una determinada señal, revelación o situación accidental en la que se ven involucradas. El hecho diferencial, más bien el aderezo, en este caso, lo marca el juego al que forzosamente se ven obligados a participar. En la superación de pruebas estriba el ritmo de la película. A lo ‘Saw’ pero sin sadismo y con menos perversión. Nadería o pasatiempo ensimismado, el filme fundamenta su presunta tensión no sólo en adivinar el apasionante orden de eliminación de los personajes (lo que nos hubiéramos ahorrado si desaparecen todos a la vez) sino en mostrar los superficiales conflictos y fricciones desatadas entre ellos fruto del engaño, la mentira o el simple desconocimiento. Con semejantes factores humanos, se recomienda poner la visión en modo no pensar porque si no la butaca empezará a parecerse a la silla eléctrica y concluiremos que algo nos impide pestañear como en ‘La naranja mecánica’. El cineasta Jeff Wadlow, responsable de ‘joyas’ como ‘Kick-Ass 2: Con un par’ y ‘Rompiendo las reglas’ se suma a la productora Blumhouse – de la que han salido frutos con muchos destellos como ‘Déjame salir’–, pero nada se le pega. Irritante e insistente el filme de tan aburrido y desorientado empieza a girar sobre sí mismo en un tramo final que se atraganta por su falta de imaginación y su reiterativa planificación. La supuesta parte demoníaca de la primera parte contratante resulta irrisoria. Sin ironía, muy plana, rebosante de tópicos. Nunca seduce porque su imaginario visual es torpe y limitado. El único miedo que da es que durara demasiado. La premisa era muy buena. Si mientes, mueres. Una cosa está clara: de haber participado, la casta política casi se hubiera extinguido.
Guillermo Balbona comenta la actualidad cinematográfica y los estrenos de la semana
Sobre el autor
Bilbao (1962). Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense. Ser periodista no es una profesión, sino una condición. Y siempre un oficio sobre lo cotidiano. Cambia el formato pero la perspectiva es la misma: contar historias.