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Read the rest of Mateo, o cuando los dioses se hacen carne (0 words)
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En 1961, Robert A. Heinlen incluía en su novela ‘Forastero en tierra extraña’ la siguiente frase: “El hogar, la patria, es aquel lugar donde te quieren”. Me venía a la cabeza una y otra vez esa idea mientras reflexionaba sobre la naturaleza del trabajo de futbolista y cómo ha cambiado para los balompédicos españoles el trabajo y la forma de ganarse las habichuelas.
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Read the rest of Futbolista en tierra extraña (390 words)
España se ha convertido en un vivero para la exportación de futbolistas a otras Ligas. En estos momentos juegan más allá de nuestras fronteras dos centenares de españoles, de los cuales el mayor número se lo reparten las ligas inglesa (33), griega (30), y, lo crean o no, chipriota (28). Este número progresivamente creciente de deportistas que emigran habla muy bien de la calidad de los mismos, y por desgracia mal de cómo ha ido evolucionando todo (el fútbol, la política, la vida) dentro de nuestras fronteras. No todos los deportistas que se marchan son Torres o Gasol. La gran mayoría de ellos son currantes del balón, gente que ganaba sueldos de mileurista en Segunda B o Tercera, y que ante el deterioro de las condiciones de trabajo, los impagos, los concursos de acreedores y la falta de espacio se han visto obligados a hacer las maletas y a largarse.
Y más arriba en la cadena alimenticia nos encontramos conque Mata, Silva y Cazorla son estrellas en sus clubes de acogida, cuando aquí apenas podían rascar bola. Y a esos niveles ya no estamos hablando de crisis, aunque esta afecte a todos. En la cumbre, es un problema de voluntad y de decisiones. De las malas acciones de quienes optan por sacar de sus clubes a auténticas figuras para traer algún ucraniano de nombre exótico y rubios cabellos que pueda pasar por bueno, mientras ellos se lo llevan calentito en traspasos y comisiones. Y mientras el grupo de periodistas palmeros convierten en bueno a quién no lo es con un par de vídeos de trallazos desde fuera del área, un par de adjetivos grandilocuentes y mucho peloteo, en general. Aunque otro día deberíamos hablar de este juego sucio, entretanto lo que me llama la atención es que nuestros emigrantes suelen ser recibidos con los brazos abiertos. Y mientras nosotros traemos a chigrinskis, a Juan Mata le ficha el Manchester United por la cantidad más alta jamás pagada en el club, y los aficionados le escogen como el mejor jugador del mes de febrero. Qué alegría que al menos en tierras extrañas se trate como futbolistas a quienes aquí los chupópteros querían convertir en meros calentadores de banquillo.
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Post tags: Cazorla, Gasol, Heinlen, Juan Mata, Manchester United, Silva, Torres
Hay noticias que te encogen un poco el corazón. El adiós del Barça de Carles Puyol, no por esperado, es menos emotivo y emocionante. Para los que ya han llegado a mi edad, los 36, comenzamos a ver que todos los grandes deportistas que anuncian su despedida de la primera línea de batalla son más jóvenes que tú, lo cual ya incita al desaliento. Poco a poco he ido asumiendo que nunca seré futbolista profesional, algo que mi nula habilidad con el balón me anunciaba desde pequeño, pero a lo que mi corazón aspiraba secretamente mientras tuve edad para ello y aún después. El deporte se ahorró un manta que acabó cayendo en la literatura, pero de haberse cumplido mis sueños hubiese deseado con todas mis fuerzas llevar una carrera parecida a la de Puyol.
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Read the rest of Puyol, un adiós sin mariconadas (318 words)
Los periodistas solemos recurrir a la épica escalonada cuando narramos algo tan simple como un tío corriendo detrás de una pelota. Ello deviene en chorradas tan inmensas como llamar Pichichón a Cristiano o Gladiator a Messi, estupideces que la gente repite luego en los bares y en el metro. Nuestro afán por vender una historia nos lleva, titular tras titular, a narrar un cuento de buenos y malos, donde los malos son invariablemente los del equipo rival de aquel a quien apoyan el grueso de tus lectores. Gesta, proeza, leyenda… Todas esas mariconadas que devienen en una píldora de dudoso gusto pero fácil consumición, destinada a los que leen poco y piensan menos.
Hubo un momento en el que el enfrentamiento entre los buenos y los malos alimentado por cierto macarra de Setubal llegó a crispar a todo un país. Y entonces surgieron de ambos bandos señores con muebles en la cabeza y acero en las pelotas, que supieron que había que parar aquello y lo hicieron, dándole una lección al mundo del fútbol cuyos daños colaterales aún colean, pero que valió el reconocimiento de aquellos que piensan dos veces antes de hablar y tres antes de escribir, y también un premio.
Puyol no estaba en aquel premio y hubo un clamor por ello, pues todo el mundo sabía que había sido el principal artífice de la paz. Todos recordaremos durante muchos años su clase en el campo. Todos recordaremos durante muchos años este gol esencial.
Y probablemente olvidemos muy pronto su amabilidad, su sensatez y que habló, en voz baja y de forma discreta, gritando a los cuatro vientos que el fútbol es algo más sencillo que toda esta sarta de memeces pseudoheroicas. No son más que 22 y una pelota. A ras de hierba, al corte y sin mariconadas. Y después un abrazo y a la ducha.
Ole ahí, Carles. Gracias. Este madridista jamás te olvidará.
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Soy madridista. Eché los dientes en el gallinero del Bernabéu, segundo anfiteatro. Lloviese o nevase, allí estaba ese crío que aún no sabía que algún día conocería en persona a muchos de los ídolos que corrían como centellas por el césped. Michel, Butragueño, Buyo, Laudrup, Zamorano. Nombres que la historia ha hecho grandes y que hicieron más grande el mito del equipo blanco.
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Read the rest of Que no gane el dinero (457 words)
Soy madridista, insisto, y hoy escribo esta columna para pedir que la Liga la gane el Atleti.
Seguro que muchos después de leer el párrafo anterior habrán levantado una ceja extrañados ante mi atrevimiento, u ofendidos por la infamia, según colores. Unos pocos incluso habrán cerrado la pestaña del navegador, y pedido mi cabeza a Rodrigo Errasti. En estos tiempos que corren, en los que los medios sacrifican su coherencia en función de los intereses, defender una idea romántica y minoritaria se antoja una locura tan enorme como que un fondista que gane una medalla salga en portada el día en que a CR7 le corten las uñas de los pies. Ese mismo Cristiano que hace un par de años se merecía el balón de Oro “porque un jugador con menos títulos no puede ganarlo”, y dos años después se merece el balón de Oro “porque lo que importa es quién ha sido el mejor, no los títulos”. Frases ambas de un conocido periodista de este país, en un medio de la capital.
Vivimos en un mundo tan veloz y tan centrado en sí mismo como es el del fútbol que no nos paramos más que a analizar lo que conviene a la portada del día siguiente, dejando de lado lo que conviene a nuestra profesión y al deporte en general. Y eso nos ha llevado a perpetuar desde nuestra posición privilegiada de formadores (o deformadores, según los casos) el elogio al injusto y aburrido duopolio de los dos grandes, a sabiendas de que la distancia con otros ha convertido lo que fue un precioso deporte en un tedioso negocio.
De ahí que sorprenderá que un madridista pida, y más en un momento en el que están los tres en un puño, que gane la liga el Atlético de Madrid. Pues sí, querido lector, eso es lo que pido y lo que desearía. No por ver engrandecido al eterno rival, ni por razones espúreas, sino porque en el fondo de mi corazón sigo amando a este deporte por encima de los demás, porque no puedo dejar de admirar la gesta de Simeone, porque no puedo dejar de asombrarme ante lo logrado en tan poco tiempo y con tanta distancia. “Hay una ligera diferencia de 400 millones”, decía Simeone en rueda de Prensa tras empatar con el Barcelona.
Sí, existe, y es un milagro que se haya hecho tanto con tan poco, es un rayo de esperanza creer que los números no pueden comprarlo todo, y es una alegría ver que sigue existiendo la emoción en el territorio dominado por Messi y Cristiano antes conocido como Liga Española.
Así que, de corazón, desde el fondo de mi madridismo, aúpa Atleti. Por una vez, que no gane el dinero.
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Resulta que al parecer hay unos cuantos señores que se meten en una web, teclean unos nombres y deciden quién es el mejor jugador del mundo. Antes lo daba una revista, como los paraguas y los monederos esos que regala el Vogue. Ahora se han juntado los señores de la FIFA, esa organización ejemplo de dignidad, honestidad y decencia, junto con los de la revista, y resulta que lo dan los dos. Todo muy oficial y muy bonito, porque votan muchos periodistas y hay una gala y tal.
Resulta que al parecer hay unos cuantos señores que se meten en una web, teclean unos nombres y deciden quién es el mejor jugador del mundo. Antes lo daba una revista, como los paraguas y los monederos esos que regala el Vogue. Ahora se han juntado los señores de la FIFA, esa organización ejemplo de dignidad, honestidad y decencia, junto con los de la revista, y resulta que lo dan los dos. Todo muy oficial y muy bonito, porque votan muchos periodistas y hay una gala y tal.
Resulta también que hay un señor que lo ha ganado cuatro veces seguidas, que ahora está lesionado, y hay otro señor que lo ha ganado una y ha quedado segundo cuatro. Y ese señor acaba de meter tres golazos en un encuentro internacional y casualmente la FIFA amplía la votación unos días más, no se sabe muy bien por qué.
En esta columna suelo preguntarme realmente qué es deporte y qué no lo es. Qué es fútbol y qué es dinero, qué es espectáculo y que es simplemente postureo ridículo. A Cristiano le van a dar el Balón de Oro, primero porque se lo merece con creces, ya que es un premio individual, y los argumentos sobre si ha ganado o no ha ganado nada son puro aire y pataleta roselliana.
Pero ¿qué pasa si no se lo dan? ¿Se caerán las letras del nombre del estadio? ¿Pagarán menos los del banco portugués ese que anuncia CR7? ¿Qué demonios pasa si se lo dan a Messi, que también ha hecho un año formidable, o a Ribery, que aunque sea más feo que un calcetín sudado ganó casi él solito la Champions?
Nada, por supuesto. Cristiano pondrá cara de culo, si es que va, que la FIFA no se merece que vaya, pasaremos un par de días comentándolo y buscaremos la siguiente burbuja que cabalgar.
La realidad es que Cristiano Ronaldo lleva 66 goles en lo que va de año, va a gol por partido con el Real Madrid desde que viste la camiseta blanca. Que si no gana más títulos es porque Florentino decidió hace unos años que la telegenia era más interesante que el sosiego, puso a Del Bosque en la calle y comenzó una espiral absurda de la que no saldrá el equipo hasta que él salga por la puerta y alguien comience a andar el camino que tan acertadamente señaló el Barsa hace muchos años.
(Para los florentinistas, tranquilos que eso no ocurrirá, antes se le cambia el nombre al estadio que renuncia Floren a liderar el madridista de talonario. Oh, esperen, eso ya va a suceder).
La conclusión es que de nuevo periodistas y aficionados vuelven a las trincheras para determinar quién es el mejor del mundo, volvemos a dar la paliza y seguramente será cuestión de estado y motivo de reunión de Artur Mas con Rajoy (como poco) si el maravilloso y hueco galardón no acabe en manos de ese símbolo del catalanismo nacido en Rosario, Argentina, y termine en manos de ese símbolo del madridismo nacido en Madeira, Portugal.
Y nos olvidaremos todos de que esa votación no es más que una opinión de unos cuantos, que no resta ni un gol al palmarés de Cristiano, ni un solo quiebro de infarto al historial de Messi, ni echa nada en el bolsillo de ninguno de nosotros.
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Read the rest of La brasa del Balón de Oro (470 words)
Resulta también que hay un señor que lo ha ganado cuatro veces seguidas, que ahora está lesionado, y hay otro señor que lo ha ganado una y ha quedado segundo cuatro. Y ese señor acaba de meter tres golazos en un encuentro internacional y casualmente la FIFA amplía la votación unos días más, no se sabe muy bien por qué.
En esta columna suelo preguntarme realmente qué es deporte y qué no lo es. Qué es fútbol y qué es dinero, qué es espectáculo y que es simplemente postureo ridículo. A Cristiano le van a dar el Balón de Oro, primero porque se lo merece con creces, ya que es un premio individual, y los argumentos sobre si ha ganado o no ha ganado nada son puro aire y pataleta roselliana.
Pero ¿qué pasa si no se lo dan? ¿Se caerán las letras del nombre del estadio? ¿Pagarán menos los del banco portugués ese que anuncia CR7? ¿Qué demonios pasa si se lo dan a Messi, que también ha hecho un año formidable, o a Ribery, que aunque sea más feo que un calcetín sudado ganó casi él solito la Champions?
Nada, por supuesto. Cristiano pondrá cara de culo, si es que va, que la FIFA no se merece que vaya, pasaremos un par de días comentándolo y buscaremos la siguiente burbuja que cabalgar.
La realidad es que Cristiano Ronaldo lleva 66 goles en lo que va de año, va a gol por partido con el Real Madrid desde que viste la camiseta blanca. Que si no gana más títulos es porque Florentino decidió hace unos años que la telegenia era más interesante que el sosiego, puso a Del Bosque en la calle y comenzó una espiral absurda de la que no saldrá el equipo hasta que él salga por la puerta y alguien comience a andar el camino que tan acertadamente señaló el Barsa hace muchos años.
(Para los florentinistas, tranquilos que eso no ocurrirá, antes se le cambia el nombre al estadio que renuncia Floren a liderar el madridista de talonario. Oh, esperen, eso ya va a suceder).
La conclusión es que de nuevo periodistas y aficionados vuelven a las trincheras para determinar quién es el mejor del mundo, volvemos a dar la paliza y seguramente será cuestión de estado y motivo de reunión de Artur Mas con Rajoy (como poco) si el maravilloso y hueco galardón no acabe en manos de ese símbolo del catalanismo nacido en Rosario, Argentina, y termine en manos de ese símbolo del madridismo nacido en Madeira, Portugal.
Y nos olvidaremos todos de que esa votación no es más que una opinión de unos cuantos, que no resta ni un gol al palmarés de Cristiano, ni un solo quiebro de infarto al historial de Messi, ni echa nada en el bolsillo de ninguno de nosotros.
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